miércoles, 7 de septiembre de 2011

Marti no es sazon para una paella

Por Andrés Pascual



       ¿Simón Bolívar tenía ideas democráticas? ¿Cómo se pudiera explicar, si se supusiera afirmativamente, que asesinara o exiliara a los mejores elementos con que contaba la democracia en su país? ¿A qué le temía de aquellos ciudadanos? ¿Qué consideraron mal en aquella personalidad autoritaria y de ideas imperiales para oponérseles y morir o perder su patria los perjudicados? Todo fue con la ayuda de Manuela Saez, por su influencia, por la ambición despiadada de mantener el poder total para “su” General en condición tiránica y dictatorial. Bolívar tiene un similar en el Caribe: los Castro y su ideología criminal hecha dictadura. Los Castro, cada uno de ellos, superaron al venezolano, que no pudo llegar a someter a medio continente…

       Yo no le rindo culto a Bolívar pese al cuento Tres Héroes y a otras citas sobre el venezolano hechas por Martí en varios ensayos; tampoco se me podría ocurrir comparar a Martí con el llamado Libertador, porque el Apóstol por la libertad de Cuba no solo puede ser considerado un demócrata, sino la justificación personal del término: Hipanoamérica no ha producido un altruista de ideas avanzadas, de respeto a las libertades civiles como Martí nunca.

       “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de todos los cubanos a la dignidad plena del hombre”, ¿Cómo pudiera igualarse a un miembro de la ralea criminal de dictadores, como Castro, con quien escribiera la sentencia anterior que, como si fuera poco, ofrendó su vida por la libertad de su patria?

         Sin embargo, la división de la sociedad cubana en demócratas y comunistas, da la impresión de que existen dos idearios martianos: uno que, de forma universal, protege las libertades y hace de la patria un templo y otro, escamoteado, contaminado y pisoteado, que lo pregonan los que se comportan diferente al objetivo patriótico de forma hipócrita y canallesca; pero pretenden que se les reconozca como defensores de la libertad de Cuba y del cubano..

         Nadie puede dudar que, quien tenga la cantidad de hechos violatorios de los derechos civiles a su haber, quien mantenga el poder absoluto de un país de forma desvastadora como los Castro, no puede ser relacionado con Martí en ninguna variante. Sin embargo, el tirano lo responsabilizó como Autor intelectual del ataque al Moncada, cuando el acto en sí fue un crimen bárbaro y traicionero

         A una población que fue capaz de sustituir el cuadro Sagrado Corazón o la Ultima Cena por el del tirano o cualquiera de sus gusanos aventureros, es que se les ha dirigido el discurso del “compromiso martiano de la horda” que, con el tiempo, solo ha logrado que se produzca un rechazo a Martí, que ha llegado tan lejos que elementos emigrados quién sabe por qué, como Armengol, Reynaldo y algunos más en países europeos, funcionan como gurús en la promoción del abandono del deber patriótico que incluye, en primerísimo orden, el reconocimiento y la fundamentación educativa del verdadero ideario martiano.

         Estos apóstatas de edición más o menos reciente, que escriben fuera de Cuba contra su libertad y que mancillan la vida, la obra y la proyección de Martí, con seguridad que, cuando por oportunismo vicioso o por rancio sabor anticubano encubierto escondieron el ícono religioso, tampoco tuvieron el valor de, en vez de subir el cuadro de Castro, de Camilo Cienfuegos o de Che Guevara, hacerlo con el de Céspedes, Gómez, Agramonte, Maceo o el propio Apóstol.

         La profanación de las gestas del 68 y del 95 llega tan lejos que hay quienes comparan la entrega absoluta por la libertad de Cuba del Generalísimo Máximo Gómez con la aventura del gaucho asesino, actitud acondicionada, únicamente, al compromiso militante de propagar e imponer una ideología criminal que, la tragedia de 52 años del pueblo cubano, es el mejor referente posible.

         Los cubanos tenemos la obligación de rescatar a Martí del chiquero en que lo metieron estos bárbaros del tiempo actual y de considerar a quien lo mancilló, en Cuba, en China o en la Cochinchina, como enemigo de la patria.

        

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