lunes, 22 de agosto de 2011

A Bill Richardson no le mostraron los terroristas


Por Andrés Pascual

(reeditado)



      El tipango es hijo de americano millonario con “lupita” mejicana; heredero pues, gobernador de un estado por “virtudes” que Dios le dio: tiene dinero para pagar la campaña (no suficiente para ganar la candidatura presidencial); es demócrata recalcitrante, antiamericano rancio y propiojoso enfermizo, descendiente ancestral…De la estirpe mezcalera de Victorio, que me encantaba verlo salir huyendo delante de Randolph Scott y John Payne.

      Bill Richardson pidió que saquen a Castro de la lista de países patrocinadores del terrorismo en una intervención ante el desprestigiado Instituto Brooking, “Think Tank” pro todo lo malo del mundo, pero no explicó una razón confiable ¡Una sola! sobre que la tiranía haya abandonado el hobby que practica desde antes de 1959.

      Los más viejos sostenedores del crimen internacional con jurisdicción y amparo político mundial, dictadura tiránica de medio siglo, tienen que dejar esa lista porque sí…Y este tipo piensa como el otro que tiene su choza en la Casa Blanca, como la Pelosi, como los Clinton, como John Kerry, como Jane Fonda, como Alex Baldwin, como Jessica Lange, como Soros, como Max Lesnick y como Hugo Cancio también.

      Los antiamericanos nunca son dejados a la deriva, imagínese si es el padre del vicio. La ayuda para mantenerlo le llega desde todos lados, por eso la tiranía cubana duerme “a pata suelta” y aparentan estar preocupados por el día. La única vez que los americanos invadirían Cuba (con marines, con la 82 Div. Aerotransportada y con lo que haga falta) fuera si una revuelta popular improbable pusiera en peligro el trono de estos Lenin y Stalin tropicales para reponerlos con la justificación de que: “mantienen la estabilidad y el control en el país y en el Caribe” En la otra agenda, los intereses económicos que auras de los dos partidos saben que rapiñarán y que solo falta la fecha, que la disposición de Obama al efecto es absoluta.

     A Richardson, que visita a La Habana a cada rato, no le preocupa que la dictadura sea ni terrorista ni apoyo de tales, sino que la mantengan en la lista de 4 países patrocinadores del delito internacional; entonces pide, como “gestos de buena voluntad por parte de Estados Unidos”, que liberen a los 5 espías, que cese el embargo… por la parte de los Castro, que liberen a los presos políticos y a Alan Gross.

      Ni el caso Zapata cuenta ni los miles que entrenaron en Soroa de más de 10 nacionalidades para infiltrarlos en guerrillas terroristas de lucha urbana ni el bacilo de Koch que le infiltraron en una cárcel de Las Tunas al preso Harold Brito Parra ni lo de las Damas de Blanco ni los remolcadores ni las avionetas de 1997 ni…3 negros fusilados por querer abandonar el país.

      Para Richardson y este elemento pro-comunista del partido demócrata, la tiranía no es terrorista, es un “pueblo masacrado por los americanos”, discurso exacto al de Ricardo Alarcón.

      Entre paréntesis, para ninguno de estos políticos americanos Castro es “malo” en el sentido ni figurado del término; tampoco se arriesgan a considerar al pueblo cubano nunca y tal parece que esos asesinos dueños de Cuba reprimen a fantasmas en vez de a gente de carne y hueso, que se mueren virtualmente de hambre.

      Solicitan el cese del embargo y el restablecimiento de relaciones con la tiranía, pero no hablan nunca de las causas que producen la noria salvaje de una juventud que ni quiere vivir en Cuba ni le interesa otra cosa que no sea disfrutar, aunque sea un par de años, de una edad que es prohibido vivirla allá.

      En realidad Bill Richardson no va a Cuba a algo más que a hacer un par de cuentos contra los americanos conservadores y a oír otros de igual tema, a comer y a beber bien y, quién sabe, sí a sentarse alguna mulatica (o a un mulatón) en las rodillas…

      Que conoce lo que sucede en la Isla con el terrorismo se da por seguro, lo que hace falta ver es cuánto de simpatía siente hacia esas actividades; peor aún, con cuánto se pone (en dinero e influencias), para que salgan “mamey”.
























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