miércoles, 31 de agosto de 2011

Mejor solos que con el cardenal Ortega


Por Andrés Pascual



      Monseñor Jaime Cardenal Ortega y Alamino parece cualquier cosa menos un “siervo de Dios”; es más, si me aprietan, como a muchos representantes del aparato administrativo de la Iglesia, e incluyo a parte del  Colegio Cardenalicio, Obispado…les pongo a buen recaudo “la esencia divina”, porque no hay algo más diferente a Dios, a Jesús y al apostolado que muchas de estas “casas del señor”.

     El mundo actual, que se cae a pedazos, es la justificación absoluta de aquel genio literario-filosófico del XVIII, ateo acérrimo que fue capaz de concederle a la creencia en Dios la única posibilidad de controlar los instintos animales del peor de todos los concebidos: el ser humano.

     Cuando Voltaire escribió que “si no hubiera Dios habría que inventarlo”, reafirmaba los miedos y las esperanzas del hombre desde que comenzó a actuar con inteligencia como solo controlables a través de la Fe; o a la ausencia de esta como el verdadero principio del Armagedón.

     Pero la Iglesia de hoy enfrenta una conspiración todavía no localizable en su célula originaria: a pesar de los escándalos de los últimos tiempos, fuerzas poderosas que apuestan al desenfreno, al descontrol y a la anarquía en todos los sentidos, están a cargo de la desmoralización del aparato único de confianza del hombre a la hora de calmar la pena personal o el miedo en grupo y esto, con seguridad, hubiera sido considerado por los grandes pensadores de antes como un peligro mayor para la Humanidad que el problema que enfrenta con lo del abuso sexual a menores; eriza el solo hecho de pensar en una Iglesia sin poder y abandonada, porque una asociación atea mundial, que busca imponerse como dictadura sin igual en la historia, se interpuso entre esta y el hombre… ¿De dónde saldrá el valor para vivir la vida?, Porque está demostrado que el hombre de Fe es valiente, como no lo es quien no la tiene ¿Con qué se sustituirá la esperanza? ¿Cómo soportará el dolor una madre que pierda a un hijo cuando la realidad la asfixie, al reconocer solo el hueco a donde descendió el cadáver como morada final?

     La Cuba de hoy necesita a una Iglesia que complemente con el valor del misionero el rescate de su moral, su honor y su libertad. Para poder cumplir con ese compromiso, el aparato eclesiástico tiene que reconocerse en la verdad, la justicia humana y el hombre que la predique a cualquier costo que, para el sacerdocio, por su entrega a Dios, es la propia vida.

      La Iglesia no es un aparato que pueda justificar ni encabezar el esclavismo en ninguna de sus variantes, por eso sobrevivió a pesar de la Reforma.

     Entonces, a la Iglesia no se le pueden poner frenos, como ha intentado el Vaticano, cuando de tomar partido al lado de los luchadores por la libertad de Cuba se trate; el caso cubano, bien centrado en el Nuevo Mundo y vecino de los Estados Unidos, no puede obviar la tremenda influencia histórica del Norte super-desarrollado. A fin de cuentas, Cristo levantó al hombre y su idea y limpió las calles de Palestina del demonio del miedo en base a la Fe, que fue predicada y ordenada a continuar predicándose: 2000 años después, el pequeño país del Caribe, considerado la “llave del Golfo”, exige la conducta de la iglesia en igual nivel de honestidad, decisión y coraje que ayer hizo el primero de los mártires de la religión que lleva su nombre.

     Esa Iglesia de hoy en Cuba, encabezada por un cardenal que quizás no merece su título y tal vez le fue concedido para crear una base sólida de importancia en un momento de necesidad popular, aunque de pérdida de terreno de la fe cristiana en el país, provocado por el discurso ateo de muchos años; por el adoctrinamiento y por la proliferación del culto afro satánico, no está en disposición de ayudar a rescatar ni la libertad ni el pleno convencimiento de la idea divina.

     Cuando Ortega y Alamino clamó por el cese de la represión contra las Damas de Blanco y, a su vez, por el de las protestas del exilio contra artistas castro-comunistas que visitan la ciudad y las colocó en un rasante comparativo de igualdad, hacía realidad la sospecha de que esa Iglesia, por tener ese cardenal al frente en Cuba, forma parte importante del grupo de desgobierno que esclaviza al país, por su apoyo no tan velado, que va desde darle la espalda a la defensa de esas valientes mujeres, hasta pretender, desvergonzadamente, comparar una acción con la otra. O desde haber oficiado misa por la recuperación del tirano sin haberse arrodillado, posiblemente, a implorar por la paz del alma de Orlando Zapata.

     Si Ortega y Alamino no es capaz de entender por miedo cómplice que las protestas de Miami son de apoyo a las Damas de Blanco; porque se dirigen contra quienes en Cuba las reprimen, ese es su problema; pero el pueblo debe saber que, durante lo que reste de camino hasta la libertad total, mejor solos que mal acompañado por la Iglesia, no por el aparato como tal, sino por un representante tan mezquino, indigno, cobarde y manipulado por la tiranía para todo  como el Cardenal que se gasta, del que se desconoce aún la otra cara de la moneda escondida en el caso de las ex carcelaciones que le tuvieron como supuesto intermediario.

     

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