jueves, 18 de agosto de 2011

La garra siniestra de Hollywood


Por Andrés Pascual



       Stephan Zweig no era comunista; pero aceptó la invitación de la Unión de Escritores Soviéticos para que visitara la URSS y comprobara, en el terreno, el progreso socio-político-económico del experimento iniciado por Lenin y Trotski.

       Sus observaciones cobraron vida “literaria” en su autobiografía “El Mundo de Ayer”, al describir el impresionante “choque” con un mundo de terror y salvajismo político-policíaco, de la forma como solo un avezado observador puede observar y trasladarlo al público.

       “Cuando lea esta nota, quémela…si no, su vida y la mía corren peligro. Observe cómo es vigilado; nada es casual”.

        La nota le había sido deslizada en un bolsillo del abrigo sin que se percatara. La descubrió en el dormitorio del hotel en que se alojaba. La quemó y, de inmediato, entendió que ese no podía ser el futuro de la humanidad.

        Al cantante negro americano Paul Robertson, comunista recalcitrante, le dio un síncope cardíaco cuando escuchó a Nikita Kruschov, en 1956, informarle al mundo los crímenes de Stalin, ¿Quiénes no conocían esas atrocidades? Todo el mundo; pero las negaban los que protegían al sistema del camarada Josif, basado en el asesinato, la tortura, el trabajo forzado en condiciones inhumanas y el hambre, como los cubanos “integrados” post 1959, a los que Castro les impuso una historia diferente de hombre bueno del ex monje y de sus período tenebroso.

         A la actividad patriótica del senador Joseph McCarthy, que encabezó una comisión de investigación a ciudadanos americanos sospechosos de colaborar y espiar para la ex Unión Soviética, se le llamó “cacería de brujas”, definición elucubrada en el cubil de la recalcitrancia antiamericana: la media y el gremio artístico.

          Entre los investigados, Humphrey Bogart, John Garfield…también Dalton Drumbo, un exitoso guionista de películas con varios Oscares que, jamás, volvió a escribir bajo su nombre verdadero.

          Una vez hecha la lista negra, se echó a rodar la historia de Los 10 de Hollywood, que durante los 80’s convirtieron en película los comunistas y los liberales de izquierda antiamericanos de la Meca del Cine.

           Sin embargo, más de 30 años después del período de la cacería de brujas, al producirse la desclasificación de información sensible y secreta en documentos de la ex Unión Soviética por efectos de la “glasnot”, se supo que, quizás, 350 estadounidenses más que los considerados en la lista negra, habían efectuado actividades antiamericanas desde propaganda pro soviética, intentos de captación en niveles importantes de la política o del sector militar hasta espionaje de todo tipo.

           En 1968, el actor egipcio Omar Shariff filmó el éxito de Hollywood Funny Girl (Una muchacha simpática), al lado de la judía Barbra Streissand; no pudo volver a su país porque, en el filme, tuvo que besar a la cantante hebrea.

           Treinta años después del acontecimiento que desproveyó de la ciudadanía a su compañero de reparto, la judía se colocó al lado de quienes lastimaron a Shariff en el alma y el orgullo, al convertirse en una de las caras visibles de la “cruzada artística”, antisemita y antiamericana, favorable a Sadam Husseim, el talibán y Al Qaeda.

           El gremio artístico y la media son antiamericanos estilo Francia, España y Argentina; es decir, clase A. Buscan sus candidatos de acuerdo a sus sentimientos y, el partido capaz de abastecerlos, es el de los Kennedys.

            A fin de cuentas, esos hombres y mujeres, decadentes y amorales la mayoría, que entretienen al mundo entero con su histrionismo, lo que buscan es “la patente de corso” que les ampare sus actividades degradantes desde el uso de drogas hasta la práctica homosexual desenfrenada.

            Jessica Lange, ex mujer bella y buena actriz, inició un comunicado en Internet así: “Odio a Bush, a todos los que lo rodean; estoy avergonzada de ser americana…”, pero no se fue a vivir ni a Irán ni a Siria; ni, como anunció Kim Bassinger, tampoco Alex Baldwin dejó Estados Unidos porque George W. Bush ganara en el 2004.

            Ni el delincuente y drogadicto Oliver Stone se va a Cuba ni a Venezuela ni renuncia a la ciudadanía americana y se va a Canadá. Por el sentimiento antiamericano visitan Cuba Robert Redford, Benicio del Toro, Naomí Campbell, Sean Penn, Donald Sutherland, Cris Walkeen, Danny Glover, Jack Nicholson, Treat Williams… y para disfrutar de drogas, tabaco, ron y de algún negro o de alguna negra, de acuerdo a su preferencia sexual.

           Estos antiamericanos de hoy son los de ayer, pero más peligrosos. La sociedad americana moderna está pidiendo a gritos otra cacería de brujas, porque enfrenta un reto soberbio.

           El partido demócrata, a través de la Administración Obama, no es tolerante, sino conspirador contra los valores de esta nación.

           El gremio de Hollywood y la Media, parte importante de la cabeza de esa reacción, están ahí para lo que sea, siempre que destruya al país…

                                                                                        
















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