Por Andrés Pascual
(reeditado)
Charles Rangel es uno de los grandes socios del tirano de Cuba en el Congreso. Aunque muchos americanos no conciben su estrecha relación argumentando que “no es verdad; no hay razones para migas tan exageradamente buenas”, la verdad es que el izquierdismo peligroso del representante por Harlem, posición de evidente inclinación y simpatías por el comunismo, ha creado en la práctica este binomio antiamericano; aunque Rangel diga y, quizás maldiga, que “ama al Congreso y a Estados Unidos”.
La Comisión de Etica Congresional acaba de “censurar” a Charles Rangel por diferentes violaciones al código de conducta con votación de 333-79.
El cable dice que se mostró confiado y desafiante ante una multitud en un hospital del barrio negro neoyorquino, que le aplaudió delirantemente, sin tomar en cuenta la gravedad de su problema, mientras declaraba, entre otras sandeces inútiles, que “no he violado a una menor; no he cometido actos terroristas…”.
Fueron 11 cargos. Por uno solo, un civil cualquiera sale esposado desde donde se encuentre y por lo menos 10 años preso no se los quita nadie de arriba.
Según el congresista, “no hubo engaño”, solo que los encargados de juzgar sus acciones para ponerle la “curita con mercurocromo” que realmente es “la pena que debe extinguir” no lo vieron así.
El tipo dejó de pagar impuestos sobre propiedades en el exterior (casa de recreo en una playa dominicana) por más de 10 años y desvió fondos para provecho propio; presentó declaraciones al fisco “erradas”, lo que se debe entender como “fraudulentas”.
A cualquier mortal que se le acuse en Estados Unidos de lo mismo que a Charles Rangel necesita vivir 250 años para concluir su condena de prisión; sin embargo, este delincuente llegó ante su “socia” Nancy Pelosi para escuchar, sin ningún tipo de arrepentimiento, que se había portado mal y que “no lo volviera a hacer”, después tuvo que pagar un par de pesos “atrasados” y a otra cosa mariposa.
Lo peor es que amenazó con “me quedan 2 años en el gobierno de Obama y muchas cosas por hacer…” Estamos a la espera de la noticia de que cada colega suyo contrate un guardaespaldas porque, posiblemente, en breve “se tire” contra la billetera de los caballeros y los bolsos de mano de las damas.
“Yo no soy corrupto” es el grito de guerra de Charles Rangel y, por lo que se ve, como que su condena no lo excluye de la Cámara, pues, a ciertas leyes y ojos americanas, no lo es.
Se parece al caso de aquel alcalde de Hialeah, Raúl Martínez, que fue convicto de varios cargos por extorsión, pandillerismo y raqueterismo y porque el jurado cometió un tecnicismo al no ponerse de acuerdo en uno, Janet Reno, entonces Fiscal General, declaró improcedente el juicio, lo anuló y lo dejó en libertad.
En aquella oportunidad se dijo que el Gobernador del Estado, Lawton Chiles, había metido la mano hasta el codo; lo que faltó desde el codo hasta el hombro lo completó el entonces presidente Bill Clinton.
Tal vez deba pasar algún tiempo para que se conozca quiénes y cómo manejaron la corrupta maquinaria demócrata que resolvieron felizmente el caso Rangel.
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