Por Andrés Pascual
Los boricuas no tenían que “robarse” nada en cuanto a música cubana, son parte de la raíz caribeña en la creación y el enriquecimiento de ritmos y estilos que, si bien nacieron en la ex Perla de las Antillas (la rumba llegó de España), evolucionaron hacia la forma como se los conoce hoy a través de la participación directa del negro desde el barracón, de sus creencias, de sus instrumentos para acompañar el lamento y se extendió por todo el área con incidencia ancestral en los países de habla hispana.
Panchito Riset interpretaba boleros-sones de compositores puertorriqueños como Plácido Acevedo, Héctor Flores Osuna o Pedro Flores. Las grabaciones de esos números, más otros de compositores cubanos y de otras nacionalidades, las efectuó para RCA Víctor, con el septeto del hijo de la Isla del Encanto y tresero (también cuatro) Luis “Lija” Ortiz.
El disco que hicieron en Nueva York, en 1947, Arsenio Rodríguez, “Frank “Machito” Grillo y Chano Pozo tuvo músicos puertorriqueños en instrumentos como Tito Puente.
Olga Guillot hizo coros junto a Graciela, (hermana de Grillo e, increíblemente, llamada “La Gran Dama del Latin Jazz” y esposa del virtuoso trompetista y saxofonista Mario Bauzá), Tito Rodríguez (de madre cubana y padre dominicano) y Santos Colón… ¿Entonces? ¿Quién empezó la guerra? Porque Vicentico fue cantante, durante los 50’s, del conjunto del Rey de las Pailas.
Las marquesinas del Palladium, del Havana-Madrid, incluso del Apolo en Harlem, anunciaban, con altas y en primera, a los conjuntos y cantantes cubanos para un público mayormente boricua, judío de Birdland o negro americano. De Daniel Santos y Mirta Silva, con la Sonora, ni hablar. Ni de Bobby Capó, también con el mejor conjunto cubano de todos los tiempos (aquí sí vale la ratificación temporal)
En el conjunto del pianista cubano José Curbelo participaban varios paisanos del inmenso Rafael Hernández, que vivió en Cuba y al que le convirtió en éxito “Campanitas de cristal”, Pablo Quevedo. El Jibarito hizo de todo en la Banda Nacional de Conciertos bajo la batuta de Gonzalo Roig.
En la orquesta del flautista cubano Alberto Socarrás tocaban otros tantos, o en los célebres Afrocubans All Stars, que los dirigía Mario Bauzá y para el que cantaban Machito y Graciela. Todo en Nueva York y desde 1931…
En la Gran Manzana habían actuado (o actuaban) el Nacional, del Chino Piñeiro, el Trío Matamoros, Rita Montaner y, desde 1938, Miguelito Valdés. También Dan Aspiazu; Desi Arnaz, en las tumbadoras, con el catalán que se crío en Santiago de Cuba, Xavier Cugat.
Fue en Nueva York que el maestro Anselmo Sacazas, pianista de Casino de la Playa, “inventó” los solos de piano para los sones “montuneados”, con prudente tiempo de duración, hoy contaminados por músicos que no le llegan a aquellos ni a los talones, con pretensión de demostrar un virtuosismo que le es ajeno, cuyas ejecuciones tienen extensión de eternidad. Sobre todo, el músico cubano castrista, que saltó de un extremo al otro, incluso del silencio absoluto ante la palabra del panteón yoruba, al uso exagerado de frases y hasta evocaciones que solo entiende un abakuá o un “santo” juramentado, cuando la tiranía los autorizó “a creer”. Esas expresiones “religiosas” están “a pupilo” en todas sus piezas, da lo mismo Van Van, que Revé o que la Charanga Habanera.
El latin-jazz no existe, el afro-cuban jazz, sí: hágalo quien lo haga, interprételo quien quiera y de donde sea. Eso no debería ser motivo de controversia; pero Castro se encargó de que así fuera y de la aparición del enlatado “salsa”.
El tirano es el único que se lo robó todo en Cuba; además del culpable de propiciar el manejo de los ritmos cubanos, a mediados de los 60’s, por Bobby Cruz y Richie Ray, hacia una réplica que no puede escribirse porque no tiene autenticidad.
Cuando Castro dejó de pagar derechos de autor y cerró la sociedad cubana, comenzó la hecatombe, que no fue la aparición de la salsa ni del latin jazz, sino la debacle, el desplome de la música popular dentro de la Isla, al aparecer un tipo de aquella y unos músicos que, de cubanos solo tienen que nacieron en el país.
Si Castro hubiera esclavizado a Cuba en 1860, ningún ritmo nacional, interpretados en todo el mundo, se hubiera producido, ni sus intérpretes, ni sus compositores: ni bolero, ni guaguancó, ni danzón, ni son, ni guaracha, ni cha cha chá, ni pachanga, ni sucu-sucu, ni mambo…ni Pérez Prado, ni Osvaldo Farrés, ni Miguel Faílde, ni Miguel Matamoros, ni Julio Gutiérrez (que le sugirió a Joseito Mateo en Nueva York que le incluyera la tumbadora al merengue), ni Enrique Jorrín, ni Benny, ni Albuerne, ni Bertha Dupuy, ni Olga, ni Laserie, ni Celia, ni…
Dizzie Guillespie tocó con el cubano Alberto Socarrás, en ese conjunto conoció al virtuoso de la trompeta, la composición y el arreglo, Mario Bauzá. Después coincidirían como “roomates” al integrar ambos el de Cab Calloway. Según Gillespie, “el primer intérprete de música afrocubana que me impresionó fue Mario, después Chico O’Farrill, Chano, Machito, Curbelo, Tata Guines, Cachao, Bebo Valdés…”
Stan Kenton tuvo como éxito, arreglado por O’Farrill, El Manicero; pero, en 1946, Chano Pozo se une a la Orquesta de Guillespie para ejecutar Afro-Cuban Suite, del propio Chico O’Farrill, el 29 de septiembre, en el Carnegie Hall.
Desde finales de los 30’s, todos esos músicos cubanos integraban orquestas de jazz como la de Ellington, Parker, Mingus, Kenton o, a partir de mediados de los 40’s, la de Guillespie y fueron arreglistas y compositores de muchas de sus piezas.
Tan lejos se ha llegado en el estudio de la participación cubana en el jazz estadounidense, que el historiador Roy Carr, construyendo su análisis con el de otros músicos americanos como Big Black, incluso Miles Davis, considera que el be-bop está basado en una pieza de Mario Bauzá.
Los percusionistas cubanos tuvieron gran importancia en el desarrollo del jazz americano desde Chano Pozo, Candito Camero, Patato, Francisco Aguabella, Mongo Santamaría y Tata Guines hasta sus influencias en el americano Jack Constanza o los neoyorricans Ray Barreto, José Mangual o Sabú Martínez.
Para las Navidades de 1948, Charlie Parker interpretó un especial, con la participación de Machito y los Afro-Cubans, que incluyó el número de Fellove “Mango Mangué” y “Okiedoke”
A Machito y a Mario Bauzá se debe el sonido New York de música cubana bailable que, con el mambo de Pérez Prado, fue el sentido del ritmo de la Orquesta de Tito Puente. Si se aplica y la oye, notará que la música llamada “salsa” solo son arreglos de esos ritmos, condimentada con el son-guaguancó o duro de Arsenio, Chapottín, René Alvarez y Chocolate (ambos, Félix Bencomo y Alfredo Armenteros), la guaracha al estilo Ñico Saquito más la música de Ignacio Piñeiro, Miguel Matamoros, Lilí Martínez o Lorenzo Hierrezuelo.
¿Qué hispano cuenta en ningún lado como influencia en el jazz regional, más allá que los cubanos, para que lo llamen latino en vez de afro-cubano?
Sin embargo, en El País español lo hicieron hace poco; mientras entrevistaban, ¡Válgame Dios! a Paquito D’ Rivera.
Pie de grabado: Mario Bauzá fue precursor del “Be-Bop”, dirigió a los Afro-Cubans All Stars y ayudó a consolidarse a Guillespie, a Quincy Jones y a Ella Fitzgerald
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