miércoles, 31 de agosto de 2011

Otra vez la Iglesia carajo...


Por Andrés Pascual



       Sospechosamente, después de excarcelar al último histórico del presidio político (1991, salida de Mario Chánez de Armas, 30 años después), también desaparecieron los “importantes” que visitaban a Cuba y a los cuales se les entregaban listas de presos; eran, por lo menos, 30 nombres solicitados para someterlos al filtro personal del tirano por visita; por supuesto, el tipango “soltaba” los que quería, sin causas políticas muchas veces y a ninguno de los que le pedían.

       El investigador Jacques Cousteau fue uno de los últimos que, en 1985-86, llevó su listica y Castro le preparó 22 calzoncillos, Bruno Salas y Mongo Grau entre ellos, los puso a vivir en el 2do. piso del Edificio # 1 y, el Día de las Madres de 1986, ex carceló a un grupito que nada tenía que ver ni con la lista ni con los plantados, no había vuelos hacia acá, por lo que varios de ellos, como Carlos Alvarez Oquendo, de Mantilla y causa de 1979 por los sucesos del Cometa, 10 años de sanción por Piratería, viajaron a España; otros esperaron la reapertura del puente en 1988.

       Durante esa época, el “consigliori castrista a cargo de la famiglia” llamada Episcopado Nacional, con rango de presidente del mismo, Carlos Miguel de Céspedes, no era solo un vocero de la tiranía, sino un cabildero aquí, en Estados Unidos; pero el Período Especial fortaleció a la Iglesia Católica por medio de Caritas, que se convirtió en un mercado popular paralelo gratis.

       Fue en esa etapa que el tirano criticó la eficiencia laboral del cubano comparándola con el trabajo de unas monjas en alguna dependencia de La Habana, a las que llamó “increíbles” por todo y lo bien que lo hacían…solas.

       Allí, posiblemente, elucubró el asalto por la sumisión total de la Iglesia. Nadie sabe y tampoco debe dudar, cuánto haya aportado a las santas arcas del Vaticano para que, sorpresivamente, Juan Pablo II dignificara al arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Cardenal Ortega y Alamino, sin aparentemente un ripio de condiciones ni de experiencia superior, como uno de los cardenales con voto en el corazón del aparato eclesiástico.

       Ortega es un elemento de Castro y peligroso, un elemento “raro” al que, posiblemente, le hayan chantajeado para utilizarlo; o, quizás, ni falta hizo.

        Con Ortega, a falta de aquellas personalidades útiles para las peticiones de presos hasta 1986, recuperó la dictadura el elemento necesario entre sus rehenes, presos metódicos en carácter mercantil y sus libertades socorridas por países como España, activa en las gestiones de arreglo del potaje con la Unión Europea, que impide la normalización por la exigencia, bajo palabra y revisado, del respeto a los Derechos Humanos.

         Una vez un diputado echó pa’lante al cardenal al declarar, ante el Parlamento Español, que Ortega le confesó que el tirano II le había informado que los ex carcelados serían deportados hacia allá, lo que se aprecia claramente en la “operación salvadora del castrismo”.

         El hombre fue más lejos y dijo que Ortega había sido enviado a Bruselas, a la sede de la Unión Europea, a cabildear imploratoriamente para que se abandonara la posición común y aceptaran otra, más común todavía, que gire hacia la concesión sin compromiso. Parece que en Cuba no creen en los encantos ni del “canciller” ni del “presidente de la asamblea” ni, mucho menos, en ningún general, activo o retirado, a cargo de cualquiera de las funciones en el aparato tiránico-dictatorial.

         Carlos Miguel de Céspedes dijo hace poco que la relación entre la tiranía y la iglesia castro-comunista marcha viento en popa y a toda vela, mejor que en muchos países y yo no lo dudo; tampoco me pongo bravo, ahora, cada vez que puede, trato de convencer a alguien en Cuba del contubernio diabólico Iglesia-Dictadura para que la abandonen; a fin de cuentas, según Jesús, cada cuerpo humano es un templo de Dios y le zumba el mango que tipos como los que dirigen la desprestigiada casa pastoreen a corderos que, desde hace más de 50 años, son victimas de un sacrificio sangriento y cultista sin misericordia.

          Hace un par de días, uno que compone y canta, Pablo Milanés, dijo que Cuba necesitaba “más libertad” y Ortega “no atendió” a una Damas valientes que el propio cantante se arriesgó a dignificar…Si se les pudiera fusilar a todos y no se hace, que siga Castro allí mil años, sin dolor ni remordimientos lo digo.

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